miércoles, 13 de febrero de 2008

La rutina

Como la mayor parte de los días llego temprano por la mañana con la ilusión de verla, de desearle los buenos días, y justo un instante antes de hacerlo deseo que el tiempo se pare con su imagen delante de mí a tan solo un par de metros.

Sin embargo, inmediatamente a continuación, me doy cuenta que no hay más que hablar, ni más motivo para quedarme observándola... agacho la cabeza y avanzo apesadumbrado hacia mi sitio (en un módulo desde el que no la puedo ver).

Arranco mi ordenador y veo su punto verde del Gtalk, y lo observo durante varios minutos en los que mi agonía va en aumento. A lo largo de las dos siguientes horas miro el Gtalk de vez en cuando con la esperanza de que me escriba por cualquier motivo (cosa que rara vez sucede). Finalmente me levanto y voy al baño, al menos para verla un instante en el que no levanta la cabeza y seguramente ni percibe mi paso.

Me encierro unos minutos e intento soltar un poco de carga emocional sentado en el suelo mientras me limpio las lágrimas.

A la vuelta allí sigue ella, absorta en su trabajo.

Y así transcurren los días, con paseos fugaces con cualquier peregrina excusa para verla unos instantes, hasta que llegada su hora de salida veo como se apaga la señal del GTalk, momento en el que me hundo en la cuenta atrás del tiempo que falta hasta que, a la mañana siguiente, la historia de mi agonía vuelva a repetirse cual día de la marmota.

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