miércoles, 13 de febrero de 2008

La decisión

¿Alguna vez has deseado algo tanto que tienes el convencimiento que lo vas a conseguir?
No importa el tiempo, el lugar, las circunstancias, sólo el convencimiento que se tendrá aquello que se quiere, sin tan siquiera importar si es posible o no. Sólo al final de la vida se podrá tener un resultado negativo, y a lo largo del resto de la vida el único resultado posible es conseguir el objetivo.

¿Alguna vez te han dolido los ojos al fijar la vista en algo de lo que no quieres perder detalle? ¿y que eso pase con los ojos cerrados? Son tan pocos los instantes que tengo para imprimir tu imagen en mi retina que la tengo que evocar sin luz, intentando identificar hasta el último poro de tu piel. De esta forma cada vez que te veo tu imagen ha cambiado, ha sido mutada por las reconstrucciones que hace mi memoria, pero la realidad siempre mejora el modelo.

Sin embargo la vista sólo ofrece una imagen plana del mundo, se necesita el tacto para darle volumen, y de esa forma desearía conocer todo tu relieve, dándole color a esa imagen que tantas veces evoco en blanco y negro.

El sonido de cada una de tus palabras eclipsa el ruido ambiente. Cada una de las letras que escribes crean una burbuja a mi alrededor que me aisla del mundo, de su tristeza y de su felicidad. Cada una de tus nuevas palabras abren mi mente y la ocupan en múltiples repeticiones escuchando el eco de tu voz.

Sé que bajando al terreno de lo real soy transparente para tus ojos en la mayor parte de las ocasiones, pero sobrevivo a base intentar evocarte momentos agradables, consiguiendo la recompensa de tu dulzura o el tesoro de tu sonrisa.

Sin embargo mis escasos ofrecimientos son monótonos, pues cada parte de mi mente es tuya y apenas dejas lugar a que fluya cualquier otro pensamiento.

Así las cosas poco puedo ofrecer más que este aburrimiento, hastío por la repetición de las ideas, agotamiento por el sonido de las mismas palabras, pero eso es lo que son las cartas de amor.

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