miércoles, 13 de febrero de 2008

El principio

Vivía yo moderadamente feliz casi recién estrenada la treintena. Casado desde hacía un par de años, tras muchísimo esfuerzo para conseguir estar con mi mujer, la vida era sencilla, sólo algunas dificultades laborales salpicaban el equilibrio, pero nada que tras fichar la salida no se pudiera quedar en la oficina.

Pero un buen día, debe hacer cuatro años por lo menos, un compañero me dijo que habían contratado a una chica, con unas características profesionales distintas de lo habitual, pero que se adecuaba al puesto del departamento al que iba destinada.

Sentí curiosidad e hice por cruzarme con ella y saludarla cortesmente como un compañero más... y prácticamente caí fulminado.

No creo en los flechazos, nunca los he sentido, y supongo que esta vez tampoco fue así. Pero algo caló dentro de mí, y fue creciendo a medida que observaba el que, a mi modo de entender, era un físico espectacular.

La bola la hice crecer haciendo comentarios compartidos con algún compañero, que seguía el juego pensando que era inocente, hasta que me vi atrapado por mi propio ovillo.

Intentaba cruzarme con ella, coincidir casualmente en el desayuno aunque yo nunca desayuno (ahí permanecía yo con un vaso de agua), intentando buscar alguna excusa para dirigirle la palabra. En alguna ocasión dejaba escapar alguna carantoña sin salirme del contexto profesional, de ahí a los mails extraños... hasta que el día de su cumpleaños no pude reprimir enviarle flores.

Ya habían transcurrido varios meses desde que entró en la empresa, y con eso gesto puse de manifiesto un sentimiento tan real e intenso como patético.

Sus palabras fueron "me halaga", con su diplomacia y cariño habitual, pero sin dar más lugar a cualquier remota esperanza cuando me comentó que se lo había comentado como algo anecdótico a su marido.

A partir de ahí intenté, con poca fortuna, coincidir profesionalmente con ella, aunque fuera apuntándome a la mesa de su departamento en la comida de navidad.

Me hundí completamente cuando se quedó embarazada, y la oscuridad fue total cuando tuvo al bebé y se dio de baja.

Pero el tiempo pasó y su torrente se fue debilitando, dándome algunos meses de respiro, hasta que volvió de la baja maternal, momento en el que sentí que todo volvería a complicarse poco a poco.

Y así fue. Casi un año después nos reubicaron relativamente cerca, con lo que pasé de simplemente verla a través de la ventana con rejas de la empresa a poder verla en directo. Y casi otro año después encontré, ya ni me acuerdo como, la forma de entablar contacto fluido con ella.

Y llegamos al día de hoy, en el que las fantasías ya empiezan a rellenarse con recuerdos debido a que el contacto es más fluido, en el que a veces comemos juntos y tenemos ocasiones de charlar, pero en el que mantenemos una lucha para estabilizar una amistad por su parte, y para conquistarla definitivamente por la mía.

El resultado es que estoy dispuesto a mandar casi todo al garete por pasar un segundo a su lado, pero sin ninguna esperanza de conseguirlo.

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