martes, 26 de febrero de 2008

El punto de inflexión

Cuando ella apareció apenas podía poco más que admirarla a lo lejos, buscar alguna remota excusa para acercarme o hacer cualquier insignificante comentario de cafetería. Incluso alguna vez fuimos a comer juntos hace años, con un resultado absolutamente lamentable por mi parte que sólo consiguió que además de a lo lejos tuviera que avergonzarme por mi patetismo.

Sin embargo con el paso de los meses y los años siempre he estado atento a las oportunidades que se me pudieran presentar para acercarme, y hace unos meses tuve la ocasión de cambiar la forma en la que nos relacionamos.

Todo fue un poco mejor cuando nos sentaron relativamente cerca (al menos en el mismo edificio), pero para pasar del "buenos días" hacía falta algo más.

La ocasión fue una cena organizada por la empresa para sus empleados, en esta ocasión empleados con pareja. Supongo que el destino, o el azar, nos depara ocasiones que hay que aprovechar, y esa ocasión se presentó cuando mi mujer no pudo acompañarme y su marido tampoco a ella (cosa de la que me enteré cuando entró sola).

En un primer momento intenté que coincidiéramos en la mesa, pero no fue posible, así que me pasé todo el aperitivo intentando localizarla sin éxito. Nos sentamos en las mesas y la que le correspondía tenía un hueco, sólo uno.

Con cierto retraso llegó ella sola, no especialmente elegante, pero con unas botas altas y una camiseta sin hombros que siempre recordaré, sobre todo porque recorté las fotos en las que ella aparecía de lejos.

Tras la cena llegó el momento de las copas y me pegué a ella como a una lapa. Intenté ser interesante, dar algo de conversación en cosas que sabía que le podían resultar interesantes, intentaba ser gracioso... supongo que algo de un patetismo similar a lo que se hace normalmente cuando se sale de ligoteo.

Pasado un tiempo ella dijo que se tenía que marchar y yo la acompañé, y ahí se produjo el punto de inflexión, cuando pudimos hablar los dos solos y cuando me metí en su coche para que me llevara hasta el mío (habíamos andando en sentido contrario a donde estaba mi coche). Le dije que no arrancara, que pudiéramos charlar un rato más, y ella accedió.

No le dije nada nuevo, ella sabe de sobra lo que siento y mi forma de ver las cosas, pero en la conversación se implicó un poco más personalmente e inclusó se sintió impactada cuando le conté algunas confidencias de compañeros de la empresa que tienen trato con ella. Ese imapacto emocional es el recuerdo que guardo en la caja de los tesoros, pues de alguna forma había tocado alguna fibra sensible suya.

Estuvimos como media hora charlando, y a partir de ahí pasamos de ser compañeros que pasan desapercibidos a dos personas que tenían abierta la veda para charlar y compartir algunas confidencias.

No hay comentarios: